lunes, 22 de abril de 2013

Hábitos alimentarios sanos, clave para una buena salud.

Hábitos alimentarios sanos, clave para una buena salud.

el 18 abril, 2013 
alimentacion-salud
NUTRIR SIN ENSUCIAR
Alimentación fisiológica
Ninguna práctica depurativa podrá resultar efectiva si no rectificamos los hábitos nocivos que nos atiborran de tóxicos y nos privan de sustancias esenciales para la buena química corporal. Si nos damos cuenta de esto (y modificamos hábitos), habremos hallado la génesis (y al mismo tiempo la solución) de gran parte de los modernos problemas de salud: el ensuciamiento corporal crónico. El cambio de hábitos alimentarios es indispensable para resolver nuestros problemas crónicos. De poco servirá la eliminación de la vieja escoria tóxica, si seguimos introduciendo nuevos desechos y no logramos satisfacer las fisiológicas necesidades orgánicas. Por ello la necesidad de adoptar una alimentación nutritiva, pero no ensuciante.
Las mal llamadas “enfermedades”, son apenas un síntoma del “ensuciamiento corporal”, estado generado por una combinación de factores:
- Malfunción de los órganos de eliminación (sobre todo intestino permeable e hígado y riñones colapsados)
- Crónica sobrecarga tóxica (alimentos no fisiológicos, modernas parasitosis, contaminantes químicos)
- Estado de acidosis corporal (desorden ácido-alcalino)
- Baja inmunología (por colapso hepático, desorden nutricional, toxemia, exceso de exigencias)
- Flora intestinal desequilibrada (por antibióticos alimentarios y medicinales, alimentos refinados y aditivados, falta de fibra, carencia enzimática, conservantes, parasitosis)
- Disfunciones hormonales (menopausia, andropausia, resistencia a la insulina, parasitosis, desorden tiroideo)
- Exceso de fósforo (consumo de lácteos, gaseosas, soja, conservantes, fertilizantes, aditivos)
- Carencia de nutrientes esenciales (magnesio, silicio, AGE, enzimas, vitaminas, oligoelementos, mucílagos)
- Represión de síntomas (abuso de medicamentos)
- Exceso de estímulos (carencia de reposo adecuado)
- Sedentarismo (falta de actividad física y oxigenación)
Para resolver esto, es obvio que debemos corregir el desorden nutricional, principal responsable de dicho caos orgánico. Tan importante como las cosas que conviene introducir en la dieta, son aquellas que deben eliminarse. A menudo los beneficios de los nuevos aportes, son neutralizados por el nefasto efecto de los alimentos artificializados y ensuciantes que seguimos ingiriendo a diario.
Debemos tomar consciencia que el organismo se renueva diariamente (en un año cambiamos el 98% de los átomos del cuerpo), y la calidad de renovación depende de la calidad de nutrientes que ingerimos. Es como si tuviésemos una fábrica modelo, comprásemos materia prima defectuosa y pretendiésemos que se hagan productos perfectos. Nuestros operarios no podrían hacer milagros.
El organismo tampoco puede hacer milagros: mala calidad de nutrientes implica mala calidad de células nuevas, mala calidad de los órganos que se renuevan y consiguiente aumento de la toxemia corporal por malfunción orgánica y acumulación cotidiana. Resulta importante aprender a identificar los alimentos ensuciantes o no fisiológicos, para limitarlos o descartarlos de la dieta cotidiana, la cual debería basarse en alimentos más genuinos y mejor adaptados a nuestra natural capacidad digestiva. Más a fondo vamos con esto, más rápida será la recuperación.
El alimento fisiológico es aquel que puede ser correctamente procesado por las enzimas digestivas, las mucinas y la flora intestinal. En resumen, es el alimento ancestral; que nutre, vitaliza y depura. Dado que genéticamente somos 99% chimpancés, nuestra fisiología digestiva está diseñada para frutas, hojas, semillas, raíces…, todo en crudo.
LOS ALIMENTOS ENSUCIANTES
Resulta obvio que el alimento moderno:
- No es fisiológico y no se digiere correctamente
- Genera excesos y carencias nutricionales
- Consume energía y no proporciona vitalidad
- Aporta muchas sustancias tóxicas
- Provoca ensuciamiento crónico
Si bien el tema es desarrollado en la guía práctica Alimentos Saludables y en el libro Nutrición Depurativa, en primer lugar pasaremos revista a aquellos alimentos ensuciantes, que deberíamos descartar de nuestra ingesta diaria, limitándolos a las excepciones (fines de semana, eventos sociales); no es tan grave la excepcionalidad sino la cotidianeidad de su ingesta.
El grado de eliminación de estos alimentos de nuestra rutina diaria, será directamente proporcional al beneficio depurativo que pretendamos lograr. No por caso estamos mal y no por caso los alimentos ensuciantes representan la base de nuestra moderna dieta industrializada: los consumimos en grandes volúmenes, los 365 días del año y muchas veces al día. La decisión (y el beneficio) está sólo en nuestras manos (y bocas). Y nos referimos a:
Refinados industriales (azúcar blanca, harina blanca, arroz blanco, aceites procesados, sal refinada…) y los alimentos que los contienen (alimentos industrializados, gaseosas, panificados, copos de cereales, golosinas, productos lights…).
Margarinas (aceites vegetales hidrogenados), grasas industrializadas y los numerosos productos masivos que los contienen (helados, lácteos, golosinas, papas fritas, panificados…).
Almidones y azúcares, en exceso y/o mal procesados (harinas y féculas sin la correcta humectación, cocción y masticación), con especial referencia al trigo y al maíz pampeano (híbridos y transgénicos).
Soja en forma de porotos, harinas, texturizados, aceites refinados, proteína aislada o jugos (leche de soja); existe profusa evidencia científica de los problemas que ocasiona su consumo regular.
Alimentos cocinados por encima de los 100ºC (ebullición del agua), dada la generación de compuestos artificiales (cancerígenos y mutagénicos) y la reacción defensiva que realiza el cuerpo en su presencia (leucocitosis post prandial).
Edulcorantes, conservantes y aditivos sintéticos, y los numerosos alimentos de uso masivo que los contienen, pues “engañan” al cuerpo (provocan hipoglucemia y obesidad), inhiben la química corporal (flora, hígado) e intoxican.
Proteína animal, en exceso y de cría industrial (feedlot, estabulación, piscicultura en piletas, pollos de jaula…), incluidos obviamente los lácteos y sus derivados.
Si bien los fundamentos de la problemática láctea exceden el marco de esta obra, hay demasiada evidencia y muchas objeciones a su uso, por distintos motivos. Brevemente podemos decir que su ingesta genera evidentes perjuicios: agotamiento inmune, desorden mineral y hormonal, reacciones alérgicas, daños circulatorios, congestión mucógena, desequilibrio de flora y mucosa intestinal, estreñimiento, consumo adictivo y sobre todo, toxemia corporal.
En contrapartida, los lácteos no aportan nutrientes esenciales. El solo hecho de experimentar con 15 días de abstinencia total (¡tranquilos, nadie se muere ni se descalcifica por ello!!!) nos permitirá obtener una respuesta absolutamente personalizada e inequívoca de nuestro organismo.
Además de evitar el tabaco (cuyos daños corporales son por demás conocidos) y el alcohol (en exceso y de mala calidad), en un proceso depurativo resulta esencial prescindir de muchos fármacos aparentemente inofensivos y hasta socialmente vistos como necesarios. Nos referimos a antibióticos, antiácidos, antiinflamatorios, analgésicos, etc. Los efectos secundarios de estos productos son numerosos. Afectan fundamentalmente el equilibrio de la flora y la mucosa intestinal, deprimen la inmunología e inhiben la síntesis de nutrientes claves para la química corporal. Quedan fuera de esta consideración, las medicaciones específicas de tratamientos convencionales.
LOS ALIMENTOS DEPURATIVOS
Entendemos que la base para organizar una alimentación fisiológica y saludable, pasa por la correcta organización de la despensa hogareña. Lo que hay en la despensa es lo que se acaba consumiendo; de allí la importancia de su composición. Por tanto: no comprar aquello que resulta inconveniente para nuestra salud (lo no fisiológico), pues a la larga lo utilizaremos.
En cambio, es importante tener buena existencia de aquellos alimentos que debemos consumir diariamente. El hecho de identificar los alimentos por grupos, nos permitirá utilizarlos en forma racional, hasta familiarizarnos intuitivamente con ellos, evitando así errores e improvisaciones. Esto nos dará la necesaria flexibilidad para ir adecuando la nutrición a los variables requerimientos personales y estacionales y a la disponibilidad.
Otra objetivo de identificar los grupos alimentarios de la despensa, tiene que ver con la conveniencia de ingerir algo de cada grupo a lo largo del día. Esto resulta básico para garantizar una nutrición sin riesgos de excesos o carencias.
También la identificación de los grupos nos permitirá realizar una adecuada variación de los elementos de cada grupo. No hay alimento perfecto y cada uno tiene lo suyo, razón por la cual es aconsejable rotar y alternar los integrantes de cada grupo. Además, al trabajar una diversidad de alimentos, el consumo será menor y esto nos conducirá a la natural frugalidad alimentaria.
Los tres grupos esenciales y prioritarios en una despensa saludable deberían ser frutas, hortalizas y semillas. Todos los elementos de estos grupos son recomendables; en el caso de los vegetales frescos, son preferibles aquellos del lugar, de la estación y madurados naturalmente. También es recomendable consumirlos preferentemente crudos o ligeramente cocidos, salvo los amiláceos (papa, batata).
Si privilegiamos estos grupos, totalmente fisiológicos, estaremos garantizado el vitalizante y depurativo aporte enzimático. Frutas y hortalizas son componentes ideales de cualquier comida, siendo las semillas su natural complemento. Las semillas, siempre activadas (remojadas) pueden dar lugar a saludables germinados, leches, mantecas, quesos, licuados…
Otros dos grupos de alimentos, que muchos califican como importantes, son cereales y legumbres. En primer lugar conviene considerar que los granos con alto contenido en almidón (forma práctica de considerar a los cereales) no están adaptados a nuestra fisiología digestiva y metabólica.
Los humanos no disponemos de las características digestivas de las aves, principales animales granívoros. Aunque el hombre, por cuestiones de supervivencia desarrolló mecanismos para suplir la ausencia de buche y estómago molturador (molienda, leudado, cocción), no puede resolver otras cuestiones que a la larga afectan su salud.
Al recurrir a la cocción como mecanismo para convertir el indigesto almidón en azúcares simples asimilables, se genera la inevitable pérdida del paquete enzimático que naturalmente acompaña al almidón en el interior del grano. Esta carencia debe ser compensada por el aporte de enzimas orgánicas, lo cual estresa al páncreas cuando la demanda es cotidiana y abundante.
Por otra parte, si no se realiza un correcto procesamiento, el almidón (crudo) se convierte en importante fuente de toxemia corporal. Dicha situación es favorecida por la excesiva permeabilidad intestinal, que permite el rápido paso de las moléculas intactas de almidón al flujo sanguíneo, causando gran cantidad de padecimientos crónicos.
Pero aún cuando el desdoblamiento de los almidones se haga en forma correcta, la elevada densidad de carbohidratos que tienen los cereales, resulta inadecuada para nuestra fisiología. El aparato cardiopulmonar es sometido a dura exigencia. En el caso de personas sedentarias, esto generará una demanda energética y una toxemia adicional, que a largo plazo termina desvitalizando al individuo. La fatiga, la resistencia a la insulina y el desgaste cardio-respiratorio son moneda corriente en los grandes consumidores de cereales.
Por todo esto, en un proceso depurativo es aconsejable limitar su consumo, usando con moderación granos enteros, bien cocidos y correctamente masticados. Siempre es recomendable la combinación de un cereal y una legumbre en una misma comida (guisos, sopas, hamburguesas), lo cual garantiza la calidad de la ingesta proteica. También la germinación es una opción inteligente para consumir estos granos.
Luego su ubican otros grupos complementarios de una despensa saludable: algas, aceite, condimentos, proteínas, endulzantes, bebidas y suplementos.
Las algas marinas aportan minerales, fibra soluble y excelentes efectos protectivos; se aconsejan para acompañar hortalizas o en la cocción de cereales y legumbres.
Los aceites son la principal fuente de ácidos grasos esenciales, razón por la cual deben ser de presión en frío, sin refinación y usados en crudo (sólo el de oliva es recomendable para exponer al fuego); se sugieren combinaciones equilibradas en sabor y omegas, como el oliva/girasol/lino.
Los condimentos aportan gran cantidad de beneficios, sugiriéndose el uso de mucha variedad y poca cantidad; sin dudas que el principal condimento es la sal marina no refinada, cosa garantizada por el cristal de roca (sal andina).
A nivel proteínas, consumiendo variedad de los alimentos antes citados, no puede haber carencias; por el contrario, el problema moderno es el exceso proteico. Se puede recurrir a algas espirulina, que nos aporta muchos beneficios
En materia de endulzantes podemos usar azúcar integral mascabo, sirope de agave, stevia, sin dejar de lado el saludable efecto dulcificante de las frutas pasas. Recordemos que los edulcorantes (aunque naturales) en ausencia de hidratos de carbono, “engañan” al cuerpo, generando hipoglucemia y obesidad.
Respecto a bebidas, debemos priorizar el agua, sin olvidar que frutas y hortalizas son la mejor fuente de agua biológica. También podemos hacer uso de las benéficas infusiones de hierbas, del saludable kéfir de agua que regenera la flora intestinal o del agua enzimática (rejuvelac).
Por último, se puede hacer uso de una serie de complementos naturales, con distintos efectos: mineralizantes (germen de trigo, levadura de cerveza, furikake, maca), depurativos (tónico herbario, zeolita, baplaros, tinturas de cardo mariano, genciana o alcaucil), inmunoestimulantes (equinácea, harina de vino, hongos shiitake), regeneradores de flora (kéfir, chucrut, habú) y alcalinizantes (limón, ortiga, diente de león, umeboshi).
Extraído del libro “El paquete depurativo”

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