ECOagricultor        el 31 marzo, 2013        
      
 
  
       
La información acerca de la diferencia de calidad entre los productos ecológicos y los de cultivo convencional
 es confusa muchas veces y esta confusión está creada desde los 
intereses económicos de las empresas directamente implicadas en la 
producción de químicos agroalimentarios como abonos, pesticidas, 
herbicidas, antibióticos y hormonas.
La diferencia en la composición química de un alimento según el modo de cultivo la podemos ver en los ejemplos siguientes:| alubias | 
calcio | 
magnesio | 
hierro | 
| cultivo ecológico | 
40,5 | 
60 | 
227 | 
| cultivo convencional | 
15,5 | 
14,8 | 
10 | 
| tomates | 
calcio | 
magnesio | 
hierro | 
| cultivo ecológico | 
23 | 
59,2 | 
1938 | 
| cultivo convencional | 
4,5 | 
4,5 | 
1 | 
| lechugas | 
calcio | 
magnesio | 
hierro | 
| cultivo ecológico | 
71 | 
49,3 | 
516 | 
| cultivo convencional | 
16 | 
13,1 | 
9 | 
Es evidente que las diferencias son notables y hay numerosos estudios que muestran que los alimentos ecológicos son más saludables, como el estudio de Nueva Zelanda de 1940 que demuestra que después de dos años de alimentación ecológica en el comedor escolar se observó mejor salud dental, mayor resistencia a las fracturas óseas y menor incidencia de resfriados entre los escolares.
En 1.999 la Sociedad Española de 
Neurología afirmó que los pesticidas de uso habitual tienen efectos 
semejantes a las armas químicas y contribuyen al creciente incremento de
 las enfermedades degenerativas del sistema nervioso. La organización 
The Nutritional Cáncer Therapy Trust en 2.001 dice que la terapia 
nutricional del cáncer solo es posible con alimentos ecológicos ya que 
uno de sus objetivos es evitar contaminantes y toxinas.
Consumir alimentos ecológicos tiene 
unas repercusiones muy importantes no tanto a nivel personal en lo que 
se  refiere a la salud individual, sino a nivel social-ecológico en lo 
que respecta a la salud del planeta.
Los pesticidas modernos utilizados para 
combatir las plagas, actúan destruyendo enzimas indispensables para la 
respiración celular a nivel de las mitocondrias. Asimismo pasan de un 
ser vivo a otro según la cadena alimentaria y permanecen en el suelo más
 de 15 años. Es decir, el envenenamiento persiste desde la alfalfa que 
comen unas gallinas a los huevos que ponen, a la tortilla que cena una 
madre que amamanta, a la leche materna y consecuentemente al bebé.
Según el efecto de concentración  que se
 produce en la pirámide alimentaria más del 90% de todos los residuos 
químicos tóxicos que se encuentran en los alimentos están en los de 
origen animal. Debemos pensar si comer carne, huevos y productos lácteos
 procedentes de la ganadería convencional, a la luz de esta información,
 es tóxico. De hecho podríamos hablar de dieta ecológica la que  estaría
 compuesta de alimentos de producción ecológica y exenta de carne.
Si nos atenemos a la contribución que la
 producción industrial de carne para consumo humano tiene en la 
elevación de la tasa de CO2 atmosférico, nos sorprende que es
 una industria más contaminante que la mayoría. El uso de combustibles 
fósiles desde la tala indiscriminada de árboles para producir grandes 
extensiones de monocultivos con una agricultura mecanizada, la 
producción de granjas, el transporte, procesamiento y conservación de la
 carne… no tiene precedentes. La forma de comer convencional donde el 
alimento animal es de consumo diario y en una proporción que muchas 
veces es más del 50% del volumen total ingerido es absolutamente 
antiecológica como veremos a continuación.
La cantidad de CO2 que se 
vierte a la atmósfera en la actualidad es impresionante como decíamos 
antes, este hecho produce un aumento de la temperatura global del 
planeta con unas sequías prolongadas y las consiguientes inundaciones 
que tienen lugar como consecuencia  de ese cambio climático. El casquete
 polar ártico se ha reducido en más de un 30% a causa del efecto 
invernadero. A todo este desastre contribuye una deforestación de casi 
media hectárea por segundo para hacer monocultivos de soja y otras 
forrajeras destinadas a la alimentación del ganado.
Es el momento de reflexionar por tanto, acerca de lo que comemos tanto para preservar la salud ambiental como la personal.
Por ello, si queremos dar un paso más y 
analizar si la dieta previene solamente o es capaz de curar las 
enfermedades, debemos valorar otros aspectos además de si los alimentos 
son ecológicos. Es decir si solamente cambiamos la calidad del vino 
común  a vino ecológico, la calidad de la charcutería a jamón ecológico…
 estamos dando un paso importante en cuanto a mayor riqueza en 
nutrientes y de polifenoles y otras sustancias bioactivas y menor 
contenido en pesticidas, pero no estamos teniendo en cuenta los otros 
aspectos que configurarían a los alimentos como poderosas medicinas.
 
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