Derechos de otras especies (no humanas)
26/03/13
El racismo es violentar o creer que otra persona es inferior únicamente
por ser de una raza distinta. El machismo, así como el feminismo es
violentar a otra persona únicamente por ser de un género distinto y el
especismo -concepto que concierne a este artículo- es agredir o
violentar los derechos de otro ser vivo únicamente por ser de otra
especie.
En Costa Rica se debate hoy en día sobre el maltrato animal, se propone “cárcel para todo aquél que maltrate, torture o mate a algún animal”. Ante esto hago dos observaciones:
Como primer punto opino que en buena hora, debates como este (presentes
desde la antigüedad) llegan a nuestro país. Por lo menos ahora los animales
logran tener un espacio en el debate académico, político y económico
para el establecimiento o no de políticas públicas y legislación
nacional. Dos países han ido más allá y declaran en sus Constituciones
un capítulo sobre los “Derechos de la Madre Naturaleza” (Ecuador y Bolivia).
Segundo, creo que como lo abordan los principales medios de
comunicación, los activistas en contra y a favor de esta reforma de ley
son aún muy reducidos. La cuestión sobre la relación entre humanos y no
humanos es mucho más amplia, histórica y compleja.
A nivel científico, está comprobado que el único órgano que puede
diferenciar entre el placer y el dolor, es el cerebro. Por ende, el
cerebro es un órgano interpretativo todo aquél ser vivo que tenga
cerebro puede diferenciar entre el dolor y el placer. Tanto los perros, los gatos, los tiburones, los gallos, el pez, los humanos y demás animales
sentimos estas dos condiciones o estados. El golpe que siente una vaca o
un pez es probablemente el mismo sentimiento de dolor que siente un
humano, el que no puedan hablar, gritar o defenderse no cambia
absolutamente nada.
Sin embargo si nos remontamos a las raíces de las creencias humanas es
necesario señalar que la tradición judeo-cristiana que es la que influye
en la gran mayoría de los países latinoamericanos cita su génesis lo
siguiente “a la naturaleza hay que someterla, hay que dominarla” y
apunta además que los “animales deben estar al servicio del hombre”.
Entonces, cabe relacionar que desde que nos inmiscuimos ante aquél
paradigma, la violencia hacia los otros seres vivos no humanos está
presente en todo nuestro accionar:
Comenzando por nuestro lenguaje, cuando otorgamos caracterizaciones a un
animal para posteriormente personificarlo con un humano, por ejemplo
para decir que una persona es tonta o bruta decimos en Costa Rica
“qué caballo” ; para caracterizar a alguien como asqueroso, cochino,
poco aseado decimos “que cerdo” , también se dan connotaciones
positivas, alguien inteligente y astuto es “gato”.
Por otro lado está la violencia hacia los otros seres vivos que
indirectamente realizamos cuando nos alimentamos: cuando vemos un pedazo
de carne probablemente pocos se cuestionen sobre la cadena y todo lo
que pasó ese trozo antes de llegar al plato. En éste punto existe mucho
debate, especialmente de los movimientos veganos que tiene como frase de
lucha, la famosa cita de Paul Mc Cartney “si los mataderos (camales)
tuvieran paredes de cristal, todos seríamos vegetarianos”.
También, usamos a los animales para divertirnos (toros, peleas de gallos, de perros) y para vestirnos (cuero, pieles, plumas).
Sin duda alguna somos fieles seguidores de lo que dictó el libro
sagrado, y sea por ignorancia, temas culturales, económicos, sociales y
hasta de sensibilidad debemos aceptar que nuestro grado de violencia
hacia las otras especies es alto y nuestros patrones culturales lo
vuelven invisible, lo naturalizan, tanto así que vemos como algo normal
que cada día una especie distinta a nosotros muera de manera violenta
para alimentarnos.
Desde lo legislativo se han hecho múltiples esfuerzos a nivel
latinoamericano, cuando en Ecuador y Bolivia se declaró un capítulo
constitucional sobre “Los Derechos
de la Madre Naturaleza” muchos activistas en pro de la defensa
ambiental y animal gritaron gloria; sin embargo en ambos países sigue
existiendo maltrato animal, el romanticismo de estas constituciones para la reducción del especismo
es clara y hasta poética, pero queda mucho trabajo por hacer para
aterrizar y materializar la letra a las acciones, a la práctica
cotidiana y la toma de conciencia de cada ecuatoriano, ecuatoriana,
boliviana y boliviano.
Ahora bien, la legislación es un instrumento, pero para estos temas que
tienen sus raíces en la religión, en la cultura en una forma ancestral
de ver el mundo y de sentirnos los humanos como “capos y señores” del
Planeta, es necesario una revolución cognoscitiva, una evolución en el
pensamiento y en la relación del “yo” con el “otro”, con mi “entorno” y
con todos los demás seres vivos.
El punto de llegada del presente artículo es que para entrar a estos
debates hay que entrar con seriedad, abordando el tema desde su
complejidad y no limitarse a que el maltrato
animal debe ser o no castigado con cárcel, ciertamente es un buen
inicio pero aquellos que protegemos a los animales debemos observar
también nuestra vestimenta y nuestra alimentación.
Ojalá que se le dé continuidad a este debate y que más allá de una legislación (que no siempre se cumplen en Costa Rica, dicho sea de paso) se fortalezca la sociedad con un des-aprender y con una evolución hacia un mundo sin especismo,
cada día las crisis ambientales nos demuestran con más claridad de que
todo comienza con una acción individual y que las crisis más allá de la
economía es una crisis de racionalidad de la manera de ver, de percibir
al mundo y de usar los recursos naturales.Ecoportal.net
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