Este enésimo escándalo alimentario
viene a demostrar los riesgos de “transnacionalizar” la elaboración de
alimentos y disparar así el número de intermediarios y el riesgo de
hacer trampas. Expertos, productores y comercializadores españoles de
carne y derivados cuestionan la industria y la distribución alimentarias
en su conjunto y recuerdan la conveniencia de una trazabilidad real de
los productos y de canales de comercialización más cortos y
controlables.
La sociedad gala Comigel es una de
las intermediarias de carne que distribuye sus platos congelados para
Findus y otras marcas en 16 países de Europa. Comigel adquiere la carne a
otra empresa francesa, Spanghero, que a su vez compra la carne en
Rumania. Según el ministro francés de Consumo, Benoît Hamon, Spanghero
“compró la carne congelada a un comerciante chipriota, que subcontrató
el pedido con un comerciante en Holanda, que a su vez había adquirido la
carne en un matadero y un taller de corte en Rumania”. Según otras
fuentes, la carne de caballo rumana había sido negociada por
comerciantes en Chipre y Holanda antes de ser adquirida por una empresa
del sur de Francia y elaborada por otra en Luxemburgo. La alerta por
este fraude se extiende ya por Alemania, Bélgica, Holanda, Irlanda,
Reino Unido, Polonia, Rumanía, Suecia, Luxemburgo, Francia, Italia y,
también, por España, donde Nestlé acaba de anunciar que retira de los
supermercados ravioli y tortellini de carne Buitoni suministrados por un
proveedor alemán (H.J. Schypke) y que contienen carne de vacuno, pero
también proteína de caballo por encima del 1%. A finales de enero, un
estudio de la OCU advertía que dos de las 20 marcas de hamburguesas
industriales analizadas contenían carne de caballo y alertaba de “un
claro fraude al consumidor”.Seguir
el camino completo al alimento final, con responsabilidades claras para
cada eslabón de esa compleja cadena –lo que se denomina
“trazabilidad”-, es prácticamente imposible cuando intervienen una
docena o más de agentes. “Está claro que si un alimento es producido
como un coche - explica Pedro García Mendoza, director de la tienda de
alimentos sostenibles EsDeRaiz-, con piezas que vienen de cinco o seis
países y toda clase de agentes interviniendo en el proceso, pueden pasar
estas cosas. Por eso, tenemos que reivindicar el producto local y los
canales cortos de comercialización: yo compro mis hamburguesas a un
ganadero de Segovia, por ejemplo, y, cuando el cliente me compra a mí,
no hemos intervenido en el proceso más que dos agentes, y así –aparte de
los sellos de calidad y el conocimiento directo de las personas- es
mucho más difícil que se añadan cosas raras al alimento”. “En
nuestro caso, hay una trazabilidad individual y viendo el número de
lote de un paquete de carne se puede saber perfectamente de qué animal
concreto procede”, explica Rodrigo Redondo, biólogo y gerente de GAVISA,
una explotación vacuna ecológica asentada en Cenicientos (Madrid) y que
produce, entre otras cosas, hamburguesas y carne picada bien distintas a
las que han aparecido mezcladas estos días con proteína equina. Sus
animales son sacrificados y despiezados en un pequeño matadero de
Alcaudete de la Jara (Toledo), e inmediatamente se envían a hostelería, a
tiendas, a particulares o a algún distribuidor. Como cualquier carne
ecológica, nunca se mezcla con la de terceros y, como máximo, hay tres
eslabones en la cadena comercial antes de llegar al consumidor. “Si
cada eslabón de la cadena alimentaria hace bien su trabajo –advierte
Juan Bay, químico agrícola y experto en la industria agroalimentaria-,
no tiene por qué pasar nada, pero, si dicha cadena tiene, digamos, 10
eslabones, y algunos de ellos se desarrollan en países distintos del
nuestro, la trazabilidad del alimento es más difícil de asegurar; la
falta de rigor de algunas empresas, cuando no la avaricia económica
directamente, y un cuerpo de Inspectores de Sanidad insuficiente en
países como el nuestro, hacen que la posibilidad de fraude se dispare y
se produzcan casos como éste de la carne de caballo o más graves”.“En
Sanchonar -explica Santiago Rodrigo, veterinario y propietario de esta
explotación segoviana dedicada a la cría y sacrificio de pollo de corral
y ecológico-, llevamos la trazabilidad desde el día del nacimiento.
Todos los alimentos suministrados llegan al gallinero con su
correspondiente certificación y muestras para ser analizados. Disponemos
de matadero propio y somos nosotros mismos los que sacrificamos,
envasamos y comercializamos nuestros pollos de forma artesanal.
Envasamos cada pieza por separado y la etiquetamos de forma individual. Y
después, lo distribuimos casi todo personalmente a nuestros clientes”. Rafael Carrasco (Agencia Dossier)
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