05/12/12
Por Gustavo Duch
Txetxu Núñez, ganadero con más de 60 años de juventud acumulada y una larga trayectoria sindical en Euskadi,
comparte su punto de vista sobre la situación actual de la agricultura y
lo que considera fundamental para favorecer nuevas instalaciones que
transformen el mundo rural. Se subrayan a lo largo de su artículo opiniones dadas por personas jóvenes que, siguiendo cursos de formación del sindicato EHNE en Bizkaia, están haciendo de la agricultura su apuesta de futuro.
La incorporación de personas jóvenes en el campo es posible, lo demostramos.
Aunque pueda parecer lo contrario y la administración se escude para no
hacer nada en una supuesta falta de interés de la juventud, la actividad
agraria ilusiona a mucha gente joven. Los verdaderos problemas para
reconstruir el sector son otros y eso es lo que hay que analizar.
La necesidad de la vocación
En cualquier caso, tampoco es el número o la proporción el factor clave.
La primera pregunta sería: cuando nos dedicamos a la agricultura ¿somos
lo que queremos ser o lo somos por el negocio que generamos o queremos
generar? El elemento fundamental a tener en cuenta es que, para hacer
frente al momento actual y caminar hacia la soberanía alimentaria se
requiere juventud con vocación.
No tenemos que dramatizar con el tópico de que el trabajo en el campo
es muy duro y sacrificado. En algunos casos lo es, pero también es un
hecho que en la agricultura es sencillo alcanzar una renta suficiente
para vivir con dignidad, pero casi imposible enriquecerse.
Por lo tanto, sí que es cierto que, por éstas y otras características,
mejores o peores, uno de los requisitos para una dedicación seria,
satisfactoria y a largo plazo en el sector agrícola es que te guste el campo:
la vocación. Porque, a pesar de esa insistencia que por todas partes
clamaba en la necesidad de convertirnos en “profesionales de la
agricultura”, empresarios agrícolas, etc., hemos de defender que nuestra
dedicación, en realidad, ejercida con el máximo de responsabilidad, es
mucho más que un trabajo o un empleo, es una forma de vida. Y una forma
de vida se mantiene sólida sobre una decisión consciente, y sobre la
percepción constante de estar trascendiendo el ámbito local, ya que
nuestra dedicación y trabajo será parte de un esfuerzo global.
La primera conclusión en este punto es, entonces, que en el actual
momento de crisis el primer sector puede aparecer como una buena
alternativa para la gente joven, desocupada, etc. lo cual es positivo
para ambas partes, pero sin la vocación mencionada será complicado
asegurar el éxito de nuevos emprendimientos.
Siempre he estado en colectivos antidesarrollistas y quería hacer algo
que me llenara, buscar una forma de vida diferente, me estaba saturando.
Buscaba la coherencia política.
Estuve trabajando en El Salvador, de cooperante, y me di cuenta de que
los problemas eran los mismos aquí y allí. Al volver pensé que no
necesitaba irme a ningún sitio para “cooperar”. He dejado otro trabajo
para hacer esto porque es una herramienta para cambiar las cosas.
Yo también estuve fuera, en Ecuador, y vi que el problema está aquí: el
primer mundo se está comiendo al otro mundo. Hay que llevar una vida más
sostenible en todos los ámbitos.
Compromiso y convicción: la verdadera profesionalidad
La necesidad de que la gente joven pueda encontrar su hueco en el medio
rural para construir un nuevo sector agrícola desde el punto de vista de
la Soberanía Alimentaria es apremiante y los modelos productivos
agroecológicos, a escala pequeña y local para la venta a población
cercana, se demuestran económicamente viables en muchas experiencias
puestas ya en marcha por todo el territorio.
La clave de esta viabilidad es la autonomía, entendiendo autonomía no
como individualismo o aislamiento, sino como eficacia en los procesos.
La diversificación debe ser fundamental, el manejo sencillo y, muy
importante, debe buscarse la cooperación con otros proyectos, compartir,
apoyarse mutuamente, aprovechando de manera óptima los recursos y
colectivizando infraestructuras. Debe irse en contra de la clásica
competitividad, un valor popularizado por el capitalismo.
En la búsqueda de esta autonomía lo ecológico es importante, pero
entendido de manera integral, lejos de conceptos normativos y
reduccionistas pensados para una agricultura de exportación. La
certificación se vuelve prescindible cuando se recuperan y fortalecen
valores como la confianza a través del contacto directo con productores y
productoras, y se eliminan así costes y trabas burocráticas.
Al trabajar para la gente tienes el compromiso con una cara, con una
persona que conoces. Si trabajas en una fábrica el compromiso es con
alguien a quien no ves.
Yo siempre he llevado una vida austera. Ahora estoy continuando un
proyecto productivo de otra persona y tengo la suerte de tener ya la
infraestructura. Al final, por mi forma de pensar, no quería ayuda de
las instituciones y busqué apoyo de los amigos para un invernadero,
gente que sabe soldar, que sabe de construcción…
La gente de las ciudades viene a ver qué se puede hacer porque se ha
quedado sin trabajo. Pero la pregunta es ¿qué harían si les vuelven a
llamar de la empresa? Porque este trabajo es un compromiso.
El problema de acceder a la tierra
En agricultura la falta de estructuras productivas a las que
incorporarse se traduce en la dificultad de disponer o acceder a
tierras, y esta es la primera barrera para las nuevas instalaciones.
Sobre el acceso a la tierra hay mucho escrito, se trata de un problema
antiguo para nuestro sector, pero –de nuevo- hay que señalar que tierras
agrícolas esperando ser cultivadas hay más que suficientes. Es la falta
de voluntad política por parte de las administraciones lo que dificulta
tremendamente el emparejamiento entre jóvenes que necesitan tierra y
tierras que necesitan jóvenes. Los bancos de tierra o figuras similares
que existen van recibiendo y acumulando terrenos y fincas, pero faltan
mecanismos para entregarlas a costes asumibles, dentro de planes de
viabilidad reales, y también falta formación y acompañamiento a la
instalación.
Cuando pensamos en incorporar jóvenes al campo
nos imaginamos nuevas personas en nuevas actividades o tierras. Pero
también hemos de atender a aquellas que recogen el testigo de su familia
o de personas jubiladas y, en ese relevo, modifican el sistema
productivo que reciben, lo desintensifican. Esto es algo que debería
promoverse desde la administración, como se ha hecho en lugares como
Dinamarca.Bajo algún tipo de acuerdo podrían cederse fincas de gente
mayor, asfixiada por las exigencias del mercado, a jóvenes en un nuevo
modelo agrario. Un buen plan de ayudas en este sentido conseguiría que
en una sola acción se proporcionara tierras a jóvenes y se transformaran
fincas sin futuro hacia el modelo agroecológico.
Porque es un hecho que la agricultura industrial maltrata al campesinado
y a la sociedad, lo vemos a diario: endeudamiento, precios que no
cubren costes, abandono, desesperanza, etc. La desintensificación
devuelve dignidad, ofrece mejores resultados económicos y más tiempo
libre, algo importante para las personas jóvenes. Probablemente son
éstos los motivos por los que el nuevo campesinado dice sin dudar que
‘le gustaría que sus hijos e hijas se dedicaran a esto’, a diferencia de
los padres y madres que buscaban a toda costa que encontraran trabajo
en la fábrica o se marcharan a vivir a la ciudad.
Con el grupo de consumo al que vendemos al principio la relación era muy
fría, pero cuanto más conocen tu realidad y te hacen visitas, se
sienten parte de lo que estás haciendo, se sienten parte de algo más
global, ven que el baserri se está haciendo grande, que estas
recuperando semillas… lo valoran cada vez más. Los sientes como
compañeros.
Mandar en la cesta de consumo algún tipo de comunicación sobre lo que se
hace es una buena herramienta de acercamiento y concienciación, porque
no siempre hay tiempo para hablar con todo el mundo.
Formación y acompañamiento
La juventud que llega al campo o retoma la actividad familiar de manera
transformadora lo hace con una clara conciencia política, lo decíamos
antes. En mi opinión este es otro elemento clave, sin él es difícil
asegurar espacios a jóvenes en el mundo rural.
Y por eso, en este punto, la formación debe abordar dos vertientes. Por
un lado una formación técnica en las líneas del modelo productivo de
soberanía alimentaria, la agroecología, formación que, por cierto, no es
la que se ofrece en las escuelas oficiales. Y por otro lado, una
formación política que refuerce y consolide esas ideas que hacen que a
los y las jóvenes les atraiga el campo como forma de vida.
Como parte de esta formación debe hacerse hincapié en elementos
transversales y que suponen cambios muy importantes respecto al modelo
convencional, por ejemplo: no hay necesidad de comenzar con una gran
inversión. La mentalidad debe ser de avanzar poco a poco y, sobretodo,
sin endeudarse. Y esto enlaza con otro elemento clave ya citado: huir de
las dependencias, sean de bancos, de tecnologías, de precios marcados
por intereses empresariales, etc. Debe buscarse el abaratamiento de
costes, obteniendo semillas propias, elaborando su propio pienso… aquí
puede aprenderse mucho de los modelos campesinos de América Latina, por
ejemplo.
Conseguir todo esto en solitario es muy complicado, por eso es esencial
buscar acompañantes, socios y socias, o bien estar dentro de
cooperativas controladas por el propio sector, trabajar en red. La
formación en este sentido, en dinámicas de participación y cooperación,
en el apoyo mutuo, en la transparencia, es fundamental. Y aquí entra
también defender en la formación la honestidad y la ética en el manejo
de los precios, por ejemplo, si la producción agroecológica baja los
costes, también los precios finales deben adaptarse en un firme
compromiso con las personas consumidoras.
Hemos hecho una pequeña inversión, pero lo mínimo. Aprendes a aprovechar
lo que tienes y hemos tenido suerte. Hemos decidido no pedir
subvenciones porque te gastas el doble y tienes que comprarlo todo
nuevo. Vamos poco a poco.
Es importante que la formación sea gratuita e impartida por gente con
experiencia. Suelen ser muy teóricas, pero lo bueno es que te asesoran
constantemente después y se van resolviendo las dudas.Para mi, más que
lo que hemos aprendido, lo importante de la formación ha sido
conocernos. Han salido muchas cosas que van a perdurar.
Y la pieza que falta, dentro y fuera
Existiendo entonces estas condiciones y perfiles, falta una pieza que
acelere y facilite el proceso de instalación y transformación en el mundo rural.
Está en manos de los sindicatos agrarios ser esa pieza y apostar
decididamente por el motivo de su existencia: defender la dignidad de
una actividad que requiere el máximo de responsabilidad y
profesionalidad, la que proporciona alimentos a la población.
Porque son los sindicatos agrarios los que pueden ayudar a derribar las
barreras que existen dentro del sistema para que un proyecto productivo
salga adelante con nuevos valores. La formación, el acompañamiento, la
dinamización del mercado promoviendo redes de comercialización o la
presión a las administraciones públicas para el cambio de legislaciones
son algunas de las acciones que pueden ponerse en marcha. Pero hay
muchas más.
Por otra parte, si somos capaces de hacer bien las alianzas por la
soberanía alimentaria, ésta puede convertirse en el auténtico lobby de
la alimentación. La ciudadanía tiene capacidad de presión para
materializar esto.
No debemos dejar de actuar, entonces, desde dentro y desde fuera,
presionando para conseguir políticas que nos favorezcan y sin dejar de
construir al margen de las que no nos son favorables, demostrando la
capacidad del modelo que proponemos para construir otro mundo rural, otra economía, otra sociedad.
Porque gente joven convencida y con ganas de hacerlo realidad no falta, y tienen mucho futuro.
La administración podría jugar un papel fundamental para rejuvenecer el
campo y aumentar sus puestos de trabajo. Sin embargo, está lejos de ser
así. Y así lo percibe la gente joven que se incorpora o lo intenta.
Saben que son importantes las ayudas, sin embargo, tienen claro que las
rechazarían si son ‘condicionadas’ o ligadas a proyectos intensivos que
les endeudarán de salida. Es clave salirse de la mentalidad de las
subvenciones, más si tenemos en cuenta que en pocos años todas
desaparecerán.
Yo a las administraciones les pido un cambio de mentalidad, que respeten
al primer sector. Si alguien se quiere instalar deberían sacar la
alfombra roja. Deberían darse facilidades, como se les da a petroleras o
empresas mineras. No quiero que sea igual, no le pido ayudas, pero al
menos que no entorpezcan.
Antes todo el mundo se metía en planes de ayudas y ahora se lo piensan
porque son trampas, no hay posibilidad de ir poco a poco con ayudas: vas
o no vas. La administración te guía hacia un modelo concreto, y te
acusan de que ir poco a poco no es profesional, no es serio.
Ecoportal.net
Revista Soberanía Alimentaria
http://revistasoberaniaalimentaria.wordpress.com
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