Las Grandes Superficies son el más claro ejemplo de un modelo de consumo social y ambientalmente insostenible. A pesar de ello, existen algunos mitos sobre los beneficios que nos reportan a los consumidores:
En contra de los que nos dice la publicidad, la oferta cultural, de ocio y de actividades en las Grandes Superficies es muy limitada y de poca calidad si la comparamos con lo que ofrece una ciudad de tamaño medio. Además, no se incluye casi ninguna oferta gratuita y hay que contar con los gastos añadidos de transporte para acceder a ellas.
Los productos que pueden encontrarse en una Gran Superficie, aunque parecen muy variados, pertenecen a unas pocas multinacionales del sector. Por ejemplo, los productos frescos ya sólo suponen el 45% de los alimentos. Las luces, la música, los amplios espacios... todo está preparado para que nos consideremos libres a la hora de elegir y, sin embargo, gastamos de media un 20% más de lo que teníamos previsto.
Las últimas novedades de las Grandes Superficies son en su mayor parte una estrategia publicitaria. En realidad, las innovaciones en el producto son pequeñas, como pequeños son los beneficios que nos traerán respecto del anterior producto. Además, estas supuestas mejoras son muy caras porque en buena medida pagamos su coste publicitario.
La sociedad de consumo está obsesionada con el tiempo. Las Grandes Superficies se presentan como la mejor opción para optimizar las compras, pero en realidad no es así, porque no se contabilizan el tiempo de transporte hasta allí, las colas para pagar o el tiempo que perdemos recorriendo pasillos y tiendas y mirando productos. Además, los horarios que ofrecen las Grandes Superficies se sustentan en la precariedad laboral de sus trabajadores: turnos más largos y menos vacaciones, salarios injustos y deterioro de sus derechos laborales.
Varios estudios demuestran que no existe un único establecimiento donde todos los productos sean más baratos. Por ejemplo, la verdura fresca suele ser más cara en las Grandes Superficies e Hipermercados. Además, tenemos que añadir a esto el gasto en transporte y ese 20% más de lo que nos habíamos propuesto comprar.
El actual modelo de crecimiento urbanístico privilegia a las Grandes Superficies como opción de compra y como centro de ocio, así que el pequeño comercio se ve amenazado. A la hora de elegir dónde vivimos debemos tener en cuenta los beneficios que el pequeño comercio de barrio aporta al consumidor y apoyar en lo posible su subsistencia.
Las Grandes Superficies aparecen como réplicas idílicas de las ciudades, pero todo limpio, eternamente iluminado y cuidado hasta en su último detalle. En realidad, si en vez de acudir a estos espacios promoviéramos el pequeño comercio y el ocio local en nuestras calles, éstas tendrían más tránsito de personas y vida.
Comprar en una Gran Superficie es apostar por un modelo social y ambiental insostenible, ahondando en el actual modelo de sobreproducción neoliberal que tantas injusticias sociales y desequilibrios medioambientales conlleva. Las Grandes Superficies destruyen la actividad económica local, crean empleos de baja calidad, deslocalizan la producción, hacen dependientes a los productores del Sur y maximizan los beneficios de muchas grandes multinacionales. También fomentan un modelo de transporte contaminante y participan de forma activa en la reordenación especulativa del territorio.
Para más información, puedes leer el informe:
Comprar en una Gran Superficie, Mitos y hechos.
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